La protección del trigo frente a enfermedades de raíz podría estar más cerca gracias a una innovadora estrategia desarrollada en la Universidad de La Frontera. Se trata de la tesis doctoral de Sara Aranda González, recién graduada del Doctorado en Ciencias de Recursos Naturales, investigación que fue guiada por la académica Dra. Paola Durán Cuevas. El estudio propone una alternativa biotecnológica para enfrentar el ataque del hongo Gaeumannomyces graminis var. tritici, responsable de la enfermedad “take-all”, una de las más destructivas en cultivos de trigo a nivel mundial.
La investigación se basa en la ingeniería del microbioma, una técnica que permite seleccionar comunidades microbianas beneficiosas que viven al interior de las plantas. A través de una selección multigeneracional, la investigadora logró inducir una microbiota endofítica “resiliente”, es decir, capaz de proteger al trigo frente al ataque del patógeno, a partir de suelos naturalmente supresivos. Estos suelos fueron previamente identificados en el sur de Chile y se caracterizan por su capacidad para limitar de manera natural la proliferación de patógenos, sin necesidad de agroquímicos.
Durante los ensayos en invernadero, la estrategia demostró su efectividad: a medida que se realizaron generaciones sucesivas de trigo en el mismo suelo, las plantas dejaron de presentar síntomas de la enfermedad, como ennegrecimiento de raíces o pérdida de biomasa. Esta mejora coincidió con la incorporación estable de ciertos géneros microbianos, como Sphingomonas y Streptomyces, que estarían asociados a la supresión del hongo.
El estudio también abordó otro aspecto clave del patógeno: su capacidad de generar melanina, un pigmento que le permite resistir condiciones ambientales adversas y aumentar su agresividad. La tesis demostró que la exposición a radiación UV-A puede restaurar esta capacidad en cepas conservadas, lo que aporta información relevante para su estudio en laboratorio.
Esta tesis no solo propone una forma sustentable de enfrentar una enfermedad que afecta directamente la seguridad alimentaria, sino que también abre camino al diseño de bioinoculantes “a la carta”, desarrollados a partir del propio entorno de las plantas. Un avance que refuerza el potencial de la biotecnología microbiana para una agricultura más resiliente frente al cambio climático.